viernes, 14 de marzo de 2008

Las historias del flaco López – Por izquierda

Si bien el flaco trabajaba muy bien en su agencia de lotería, el verdadero salto económico lo dio en el momento que comenzó a bancar quiniela clandestina. Fueron años de muchos ingresos donde el flaco calcula que ganaba por día lo equivalente a dos sueldos medios actuales.
Con la policía no había problema, en los pueblos chicos se conocen entre todos y no le hacían drama, salvo que cayera una denuncia en su contra. Así cayeron las denuncias, lotería de la provincia mandó una inspección y le clausuraron el boliche. Como era la primera vez y el flaco no tenía antecedentes solo tuvo que ir a declarar a la comisaría y esperar que pasen las horas para abrir nuevamente. Como es muy difícil que te caiga una inspección dos días seguidos, el flaco volvió a vender quiniela clandestina al día siguiente, pero con tanta mala suerte que cayeron los muchachos de lotería y terminaron metiéndolo preso. Como era reincidente ya no pudo zafarse tan fácil, debió cumplir una condena. Como era amigos de los policías del barrio el flaco se la pasaba cebando mates y filosofando de la vida, hasta le propusieron que se fuera a la casa a dormir y que vuelva un ratito por las mañanas a cumplir la condena, pero el flaco es un tipo de palabra y acepto los cargos en su contra con toda hombría.
Mi abuelo, la competencia del flaco por aquellos entonces, también tenía una agencia de quiniela aunque era todo legal, hasta que indignado por ver las ganancias del flaco en comparación de las suyas también empezó a bancar clandestina. Si le caía alguna apuesta fuerte mandaba a alguno de sus empleados o a algún vecino a realizar las apuestas a lo del flaco, no se animaba a arriesgarse en las apuestas. El flaco notó este movimiento de mi abuelo y empezó a cerrar dos horas antes, para que no pudieran realizar las apuestas en su local y así tener que bancársela solito. Perdía las ganancias de la mejor hora de ventas del día pero se divertía viendo como le subía la presión a mi abuelo, y lo hacía todo simplemente por diversión.
Un día el flaco decidió dejar de vender clandestina en su agencia por lo que arregló con la policía para que le hagan una inspección sorpresa y de esa forma limpiar su imagen en el pueblo, así que tuvo que eliminar del local todo indicio de ilegalidad para no correr riesgos.
Cuando llego la policía reviso todo el local buscando pruebas, con tanta mala suerte que el flaco se olvido algunas boletas de anotaciones en el mostrador, una distracción que podría salirle caro. El comisario encargado del allanamiento al encontrar las boletas le preguntó que significaba eso, el flaco le dijo que no sabía, que nunca lo había visto en su vida, por lo que el comisario se guardó las boletas en el bolsillo y continuó con el allanamiento. A la noche cuando el flaco paso por la comisaría, el comisario lo esperaba con una sonrisa en el rostro y le dijo “no te dije que limpies todo, una sola cosa tenés que hacer y me la haces mal”, mientras le convidaba con un verde. Este comisario luego sería jefe de seguridad de toda la provincia, un típico personaje argentino.

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