martes, 19 de febrero de 2008

Costumbres extranjeras

Es increíble como las costumbres de otros países se van acoplando a las nuestras ocupando un lugar de privilegio en el calendario patrio.
El pasado 14 de febrero se conmemoró el día de San Valentín, personaje yanqui de existencia dudosa que vino para quedarse en los comercios de la zona. Las parejas de todo el país salen a festejar el día de los enamorados, ingresando de esta manera en el capitalismo más bajo de todos, el del lucro a partir de los sentimientos.
De casualidad ese día también se conmemora un nuevo aniversario de habernos conocido con la flaca, en este caso el décimo primer aniversario. Para festejarlo decidimos salir a cenar, buscar algún restaurante tranquilo, donde podamos disfrutar de algún plato exótico (milanesa con fritas) sin exponer demasiado a nuestro hijo.
Al comienzo del tour gastronómico, nos sorprendió lo saturado de ese mercado en este tipo de fechas, estaba todo lleno, con colas de espera que llegaban a los cincuenta metros.
Luego de recorrer más de diez restaurantes sin tener éxito en conseguir una mesa para dos, nos topamos con un restaurante de aspecto agradable que se encontraba a mitad de su capacidad. Nuestra alegría fue inmensa, ya no tendríamos que seguir dando vueltas, eran las 22:30 y en cualquier momento Santi iba a querer cenar (le encanta cenar a la misma hora que nosotros) así que frenamos y decidimos apoderarnos de uno de los tantos lugares disponibles.
La lista de comidas era abundante y variada, con platos que tentaban al paladar, la atención de entrada fue muy cordial y los precios no escapaban a la media actual.
Pedimos nuestra comida y nos quedamos esperando, ansiosos por degustarla.
La típica bandejita de pan previa a la cena dejaba mucho que desear, algunos panes medios duritos, y algunas galletitas de agua, sin ningún mejunje o crema para untar.
La gaseosa se encontraba a temperatura ambiente, y el arribo de los hielos respectivos llego para enfriar los últimos tragos de los mismos.
Mi primera impresión del lugar fue de una inmensa sorpresa, descubrí que existía una sola camarera para las doce o trece mesas ocupadas en el lugar. La chica corría de lado a lado llevando las bebidas, hielos, condimentos, comida, haciendo las cuentas para el cierre de mesa, cobrando, devolviendo el vuelto, limpiando las mesas y recibiendo a la gente, una verdadera odisea para un solo ser humano.
Los minutos pasaron y la ansiedad fue llenando nuestros estómagos. Descubrí que la cocina tardaba un poco más de la cuenta en la entrega de los platos, despachaban un plato cada quince minutos de promedio. El murmullo y la indignación eran generales, la gente se impacientaba y nosotros tratábamos de calmarlo a Santi, que para ese entonces ya se encontraba cenando y gritando en el medio del boliche.
Para las doce y media, luego de varios reclamos y promesas de pronta llegada de nuestros víveres, decidimos abandonar el lugar, pagando el importe de las bebidas y con el estómago lleno de bronca y odio.
De pasada llegue a escuchar que la demora se debía a que el encargado del lugar se encontraba de vacaciones. Ahora pregunto yo, ¿puede ser tan importante una persona? ¿puede todo un restaurante depender de un solo individuo y ante se ausencia caer en desgracia? ¿puede ser tal la codicia del propietario que decide continuar brindando el servicio por debajo de su capacidad arriesgándose no solo a perder varios clientes, sino a ganarse una propaganda negativa casi imposible de borrar?
En definitiva, terminamos comiendo empanadas congeladas que le robamos a mi suegra a las dos de la mañana, brindando con agua natural por un nuevo aniversario, y todo gracias al San Valentín, el patrono de los restaurantes llenos.

2 comentarios:

Capitán Manija dijo...

particularmente creo que este tipo de sucesos son los mayoritarios en fechas como éstas ya que todo el mundo quiere salir a cenar y terminan dentro de un restaurant sólo el 40 % de las parejas... el resto se come los mocos...

pero, en fin, estoy de acuerdo con vos en que se trata todo de una gilada comercial que por supuesto da sus frutos con los restos, las flores, las tarjetas, y hasta regalos...

más lindo sería q, por ejemplo, el hombre que nunca cocina le prepare a su mujer la cena, con velas, con vino, algo íntimo... no una cena en un resto que termina siendo una anécdota infeliz para un día q debería tomarse como algo hermoso de sostener entre dos personas...
yo lo festejé a mi manera, regalé lo más sencillo que podía, y por eso festejé ese día... si hubiera ido a cenar o comprado una tarjeta creo q me hubiera sentido un idiota...

pero bue, como buenos corderos que somos, siempre terminamos haciendo lo que nos dictan que está bien hacer...

es como todo... el día de mañana no van a saber qué hacer con tanto horno eléctrico fabricado y van a inventar el "día del horno electrico", para que todos renovemos nuestro horno porque es de buena suerte y nos traerá la felicidad a nuestros hogares...

felices 11 años querido... la próxima tratá de festejarlo el 13 desde las 23:59, total, si vas al mismo restaurant, la comida la van a tener para la una de la mañana del 14...


un abrazo...
quito.
www.brodeldiome.com.ar

Capitán Manija dijo...
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