Decidí escribir de vos para no olvidarte. Tengo miedo que mi mala memoria me juegue una mala pasada y pierda esos hermosos recuerdos que aún conservo. Tengo miedo de mentir sobre tu persona, de exagerar sin medidas, de formar una mala impresión de vos, de no ser justo con tu memoria, pero haré el intento, contaré lo que siento, lo que logro rescatar de tu recuerdo.
Recuerdo cuando llegamos de Misiones, de todo lo que hiciste para que nos sintiéramos a gusto. Recuerdo los baldes de duraznos y nísperos del fondo de tu casa que juntabas y lavabas para que tanto disfrutemos.
Recuerdo tu galpón, aquel gran depósito de herramientas, esa zona impenetrable donde había de todo un poco, siempre con ese toque a viejo, a usado que solo el tiempo podía lograr.
Recuerdo que no reías a carcajadas, solo una mueca de costado con prudencia y aprobación más que diversión. No te recuerdo haciendo chistes ni bromas, aunque estoy seguro de que era alegre tu corazón.
Recuerdo tus boinas, ese regalo que era cantado para navidad, tus pañuelos atados al cuello, tus camisas, tu ropa de trabajo, tu cartera de cuero, ese lápiz de carpintero a medio usar, las cintas métricas, los baldes con un poco de cemento que no se lograban limpiar.
Recuerdo esas tardes cuando nos llevabas al río a pescar con la promesa de que solo se comía lo que se sacaba, que nos teníamos que ganar el pan. Recuerdo que siempre llevabas de reserva unas tiras de asado por si el río no quería colaborar. Recuerdo que llegada la tarde nos llevabas a rondar los campos buscando esos tan deseados panales, esa lechiguana que nos ibas a regalar. Recuerdo que nos manteníamos lejos de vos mientras armabas un fueguito con mucho humo debajo de los panales, que te tapabas la cabeza y esperabas que se fueran las abejas para empezar a cosechar. Que dulce que era esa miel, como explicarlo en palabras, es imposible de explicar. Todo tu esfuerzo invertido, todo el trabajo se iba en apenas minutos mientras nos devorábamos los panales sin importarnos las picaduras que nos deformaban los labios por dentro, era más grande el placer que el dolor, esa satisfacción que pocas cosas pueden lograr.
Recuerdo tus churrascos con ensalada, eterno plato de comida que te acompañaba todos los días, recuerdo el edulcorante en la mesa, el mate amargo, las tortas fritas, las tortas asadas. Que ricos recuerdos, aún intento repetir tu receta de torta fritas en las tardes lluviosas de un fin de semana, sin demasiado éxito debo confesar.
Recuerdo tu gusto por la lucha libre, por la momia, por el androide, por Martín Caradajean. Recuerdo que nos sentábamos a tus pies mientras veíamos las luchas en silencio, mientras creíamos que eran de verdad.
Recuerdo esas tiras reactivas, ese diminuto pinchazo en el dedo, esa gotita de sangre que colores en la tiras iba a pintar. Recuerdo las inyecciones de insulina, como me dolían esas inyecciones, como las odiaba aunque nunca te vi quejarte, aunque nunca rechazaste tu enfermedad. Tu hija me contó tiempo después que tu enfermedad nació por culpa de un disgusto, que llevabas un sobre con dinero para pagar los sueldos de los empleados y que el destino quiso que se perdiera en un taxi, que nunca pudiste reponerte de ese episodio, que el veneno de un descuido hizo que sufrieras de ahí en más.
No recuerdo tu enfermedad final, no recuerdo ese tumor de cerebro que te iba a condenar. Tu hija nunca quiso exponernos a ese recuerdo, nunca quiso que viésemos algo de más, en su afán por protegernos nos negó esos últimos recuerdos. Fue un gesto de egoísmo gigante, ella siempre agradeció poder haber estado acá en esos momento, sin embargo no los negó a nosotros, igual no tengo nada que poderle reprochar, llegado el momento creo que yo haría lo mismo sin pensarlo, sin siquiera vacilar.
No recuerdo tu velorio, no recuerdo tu entierro, esos recuerdos yo mismo me los negué. Cuando fue el momento tuve que elegir, y elegí quedarme llorando en soledad, elegí no despedirte, elegí esperar algún día verte entrar, verte pasar la puerta con tu rostro afeitado como siempre, con tu boina de lado, un escarbadientes en la boca y que salgamos a pasear, salgamos a recorrer los campos buscando ese panal, el de la felicidad, el que tantas veces nos hiciste probar.
martes, 16 de octubre de 2007
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5 comentarios:
que se puede decir? egu ya es un escritor con todas las letras!!
excelente homenaje egú!!! yo no tuve la gracia de conocer a mis abuelos, y sólo percibí a medias por otros abuelos postizos que tuve todo esto que recordás... cuando alguien evoca estas cosas el alma se llena de regocijo y demuestra cuál es la verdadera fortuna de las personas: el saber vivir y saber regalar vida sin necesidad de más retribución que la felicidad de un niño que alguna vez será hombre, padre, y también abuelo... estas cosas que la niñez regala son impagables e inolvidables... nada de eso te lo puede quitar ni comprar nadie...
sin darse cuenta uno alcanza la felicidad mucho antes de pensar en que tiene que encontrarla... paradójico no?
abrazo enorme...
quito.
Perdí un abuelo cuando era chico y no tengo muchos más recuerdos de él que su nombre y detalles insulsos.
Que gusto me da saber que pudiste disfrutar tanto al tuyo, mientras estaba a tu alcance. A veces me da miedo que lo que me queda al lado de mis abuelos, no lo pueda disfrutar por cosas evidentemente menos importantes...
Un abrazo grande, en estos momentos donde te nos volviste tan sentimental y expresivo. No estarás por hacerte puto, no?
Bueno, te cuento que yo no pude vivir a ninguno de mis abuelos aunque parezca extraño, ya que mis abuelos varones murieron cuando yo era chico y de mis abuelas mujeres, una era una verdadera turra y la otra sufría de mal de alzheimer por lo que a cada rato había que estar presentandome, pero ahora aunque parezca más extraño estoy viviendo a las abuelas de mi mujer como si fueran propias y soy yo el que le hincha para ir a visitarlas, un abrazo. Suerte!
Egu .
Me asombra tu sensibilidad y me enorgullece que un tipo como vos sea mi amigo .
Uno no esta acostumbrado a la gente sencilla , que disfruta de las cosas simples y se genera un tiempo para eso , para disfrutar de esas cosas simples que engrandecen el espíritu de los hombres .
Una lastimas que no haya mas egus por ahí .Por otro lado me encanta que el único egu sea mi amigo .
te quiero y respeto mucho.
gonza
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