Más alla de lo que la mayoría de la gente consideraría un sufrimiento o un pesar tremendo, para mi fueron unos hermosos tres meses. Acostado mirando televisión todo el día, con la visita de amigos compañeros, familiares, vecinos, etc, etc, un desfile de gente que entraba y salía de mi hogar sin parar. La única preocupación era que hubiese harina para las tortas fritas y cerveza fría en la heladera.
En esos tres meses aprendí a ir al baño acostado, a bañarme con una esponja, a tocar la guitarra, escribir un par de temas musicales (de no muy buen nivel pero lo que cuenta es la intención), a dormir boca arriba todos los días, a rascarme con una aguja de coser, a comer acostado, tomar la sopa acostado y sobre todo a tomar cerveza acostado (tarea muy difícil de lograr).
Debo hacer un especial agradecimiento al petizo, un gran amigo, que fue el encargado de recibir los primeros desechos luego de nueve días de no ir de cuerpo, se podrán imaginar que fue una tarea muy insalubre la cual la llevo con toda hombría y valentía.
A los quince días de estar acostado me consiguieron una reposera, esas de tiritas de plástico amarillas, pero que se hacia cama y era bastante reforzada. A partir de ese momento cada vez que venían los pibes me sacaban a dar una vuelta en reposera por el fondo de mi casa.
A así pasaron los días postrados, muchos recuerdos no me quedan, lo que demuestra que no fue una mala experiencia.
Cuando me sacaron el yeso al pierna izquierda era un monumento a la falta de ejercicio. Se podía notar el hueso de la pierna recubierto por una capa de piel y por debajo todo el músculo en estado de reposo.
La rehabilitación fue lenta y tediosa, pero no da para explayarme en eso.
Como no podía faltar ni un segundo más al colegio (estaba cursando quinto del secundario, y por suerte no había faltado hasta el momento) me consiguieron una silla de rueda para poder ir. Esto provocó que tuvieran que trasladar toda la división a la planta baja y adaptar los escalones de la entrada del colegio para poder pasar.
Como de alguna manera tenía que rendir todo lo que no había hecho en esos meses los profesores decidieron tomarme exámenes orales como para equilibrar. Yo pasaba con mi sillita la frente, me preguntaban dos pavadas (¿Cómo te llamas? ¿Cuál es el nombre de la materia?) me aplaudían y tramite realizado.
A las dos semanas, después de lograr mover la pierna por cuenta propia, empecé a moverme con muletas, las cuales use por veinte días más o menos.
Todo esto va a cuenta de que hasta una desgracia puede ser agradable si se la sabe llevar. No hay peor desgracia que la propia convicción de lo mal que se esta. Yo la pase bien porque en ningún momento lo consideré una desgracia sino una simple experiencia más.
Como broche final de esta historia les comento que a unos dos años después del accidente caminando con un amigo por las pasarelas del puente (las cuales arreglaron a los dos días de que me caí, y por suerte no tuvimos que lamentar ningún otro accidente) nos cruzamos con dos flacos que venían caminando en dirección contraría. A estos pibes nunca los vi en mi vida pero casi logran que a mi amigo le agarre un paro cardíaco de la risa cuando, después de cruzarlos y alejarnos bastante, pudimos llegar a escuchar que uno le decía al otro
¿Savias que hace un tiempo se cayó un flaco por este puente? ¡Se hizo mierda el boludo!
(Cantidad de faltas de ortografía detectadas por el Word = 13. Ya casi escribo como una persona normal)
miércoles, 25 de julio de 2007
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1 comentario:
Che , tus amigos no te habrán empujado para poder pasar esos tres magníficos meses en donde meabas en un papagayo que guardabas prolija y decorosamente sobre la mesita del living . se me vienen algunas imágenes a la memoria .
Muy bueno,lo disfrute mucho.
Gracias por haberte caidooooo , juassssssssss
Que tiempos aquellos !!!
Gonza
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