viernes, 31 de diciembre de 2010

Viajando

Hubo (y hay) cuatro etapas de mi vida laboral que se ven reflejadas en la forma que viajaba al trabajo. Teniendo en cuenta que vivo a 60 km del mismo y que el viaje de ida y vuelta me demanda mínimo dos horas y medias, este no es un tema menor.


Antes de empezar a trabajar viajaba en el "Por Centenario", uno chiquitito que daba más vueltas que pelota de fútbol, pero que era barato. Viajaba parado, acalorado, conociendo lugares nuevos, rodeado de rostros jóvenes, gente sencilla, ropas simples, calzado barato. En aquella época viajaba en busca de una oportunidad, viajaba a hacer algún curso, a miles de entrevistas, viajaba desesperado por ingresar a un mundo que se me hacía (en esos momentos) inalcanzable.

Al poco tiempo, junto con el primer trabajo, cambiaron las condiciones de los viajes. Dejé de viajar en el lento para subirme al flamante "Por Autopista". Los viajes eran más cortos, los asientos más cómodos, casi siempre había asientos disponibles, los cuales reclinaba a mi antojo para dormitar un rato. El aire acondicionado me daba placer en verano, y la calefacción me protegía de los fríos del invierno, y hasta a veces me regalaban el diario. Las caras de los viajantes cambiaron su aspecto, el overol de trabajo, las bermudas, las remeras y las mochilas se reemplazaron por trajes, camisas, corbatas y portafolios (llenos de notbook y papeles importantes). Las mujeres eran jóvenes y bellas, los hombres parecían más inteligentes, importantes y sofisticados. Era una buena época laboral, logré mis primeras armas como profesional, aprendí mucho (quizás demasiado), conocí gente, hice amigos y me inserté sin quererlo a un sistema que me atrapó con su falso encanto.

Volví a cambiar de trabajo y volví a cambiar de transporte. Me uní a un grupo de muchachos que viajaban en auto y la comodidad llegó a mis viajes. Me pasaban a buscar por la puerta de mi casa y me dejaban en el mismo trabajo. Tomábamos mate, comíamos torta, charlábamos, discutíamos, filosofábamos. Siempre tenía con quien hablar, a quien preguntar, a quien escuchar, y si quería descansar pues dormía un rato. En lo laboral fue un cambio importante, empezaron a esperar cosas de mi, a confiar en mis decisiones, a darme responsabilidades, de a poco me convirtieron en un profesional a fuerza de golpes y palos. Iba contento a trabajar porque sabía que me esperaban sonrisas, buenos momentos, muchas manos compañeras y amigas dispuestas a ayudarme y pasar un buen rato.

Hace poco volví a cambiarme de trabajo, buscando un salto, no económico, sino profesional. Esperaban mucho de mi y me lo hicieron notar de entrada a fuerza de trabajo y obligaciones. Pero como no podía ser menos, también cambio mi forma de transportarme al trabajo. Comencé a viajar en tren, a tomarme un bondi para llegar apurado a agarrar el "Rápido". Comencé a viajar junto a centenares de personas, todas juntas, todos apretados, en el mismo tren lleno de vagones, asientos duros e incómodos. El aire acondicionado fue reemplazado por el viento que ingresa por las ventanas bajas lleno de polvo y mugre del conurbano. El olor a perfume y a torta cacera dejó lugar al de los basurales y los arroyos contaminados. Las rostros de las personas tienen una característica en común, todos tienen caras de cansados, no hay sonrisas en ellos, ni muecas de felicidad, ni de asombro, ni de esperanza, todos parecen ganado, trasladándose contra su voluntad de un lugar a otro, de sus casas al matadero, y de nuevo al establo.

Todo cambia y más rápido de lo que uno quisiera (o para lo que uno está preparado), a veces se toman buenas y malas decisiones, pero lo importe es estar seguro que uno las toma por que quiere hacerlo y no por estar obligado.

Toda etapa tiene su encanto, aunque cueste encontrarlo. Al principio de esta travesía viajaba en un colectivo de asombro y esperanza, luego en uno de aprendizaje y conocimiento, después llegaría el auto del afianciamiento y el crecimiento, y ahora el tren de las responsabilidad y el esfuerzo, que aunque este último me parezca osco, incómodo y complicado debo de dar lo mejor de mi para llegar a destino sano y salvo.

1 comentario:

quito dijo...

este post tiene esa lucecita interesante q tenían los primeros, donde se ven esas ganas de encontrarle los colores a la dura realidad diaria... me encanta eso, porque es el egú que convivimos en esa etapa q fue el salto de la espectativa al aprendizaje... ahí tu energía era distinta y fue mutando a través de cada etapa...
nunca se pierde del todo la esencia q nos movilizó... y lo bueno es q se empieza a recuperar cuando uno siente q se ha inmovilizado...
me alegra q arranques el año de esta manera, con los ojos bien abiertos para descubrir qué es lo que te está esperando ahí delante, donde todo son caras de matadero y ánimos lúgubres... porque siempre hay un pero, y ese pero puede ser al menos una remera roja en medio de tanto gris, o un chaval con una guitarrita enfrentando con simpleza al pánico de los descerebrados...

q pronto nos encuentre un abrazo egú... sea por simón, o porque los caminos se anden cerca...

abrazo

q.