viernes, 31 de agosto de 2007

Mi destino

Toda mi vida pensé que no tuve grandes momentos de tristeza, es más no recuerdo haber sufrido por algo, haber llorado con ganas, haber sentido una angustia muy grande.
Ya me imagino lo que están pensando, pero este pibe tuvo una vida preciosa nació en cuna de oro de que se va a quejar, en realidad no creo que esto sea cierto, pero no me quejo de la vida que me toco, uno no la elige, te toca, y tenés que aprovecharla lo mejor que puedas.
Tuve varias operaciones, una pierna rota que me postro tres meses en una cama, nunca tuve una bicicleta, es más todavía no se andar, nunca tuve una patineta, ni patines, ni monopatín, ni moto, ninguna de esas cosas que uno desea cuando ingresa en la adolescencia, de pibe no recuerdo haber ido a pumper nick, ni a mac donald o alguna de esas cosas, ni siquiera a una casita de fiestas. No tuve ropa o zapatillas de marca ni un reloj hermoso, nada para presumir delante de mis compañeros de la primaría, en realidad nunca la desee nada de eso.
Creo que por ahí viene la cosa, supongo que la tristeza es producto de lo que uno espera y no consigue, si vos deseas algo y no lo conseguís es ahí donde realmente te baja la ficha. No digo que este mal ser ambicioso, pero sin lugar a dudas hay que aprender a afrontar la derrota, a todos nos va a tocar.
Un momento, algo anda mal, recuerdo claros ejemplos de mi vida donde no conseguí lo que buscaba, el 90 por ciento de las minas que me encaré no me dieron bola (lo que pasa es que tampoco me encaré tantas, sino el porcentaje aumentaría), nunca pude triunfar en un deporte (y eso que probé casi todos los que conozco), ni ser aplaudido por algo hecho por mi (lo más parecido a aplausos que he tenido son los que le siguen al feliz cumpleaños), pero a pesar de todo esto sigo sin recordar haber estado triste, ni el tener que salir al patio de mi casa para poder ir al baño cuando vivíamos en Misiones, o no conocer una ducha de agua caliente hasta entrada la adolescencia hacen que me ponga mal. Todo esto viene a cuenta de que por primera vez me sentí realmente triste hace unos meses. Sucede que a mi novia le rayaron el auto (un cuida coche se lo rayó por no quererle darle una moneda porque no estuvo estacionada más de cinco minutos), un autito de mierda que me costo cada centavo que tenia, es más todavía lo estoy pagando. Fue tal la sensación de impotencia que me dio, fue tanta la rabia por no poder hacer nada al respecto que a la noche empecé a sentirme mal, sentí un dolor fuerte en el brazo izquierdo y el mismo se me empezó a dormir, sentí un mareo intenso que no me dejo mas opción que acostarme. En ese momento pensé que me agarraba un infarto y me moría, ahí realmente me sentí triste, porque podía llegar a morirme por algo tan pelotudo que me dio lastima de mi mismo. El solo hecho de pensar que no podría llegar a disfrutar de mi hijo, de mi señora, de todo lo que tuve ganas de hacer y no lo iba a hacer nunca más, que mi destino era morirme por culpa de una ralladura, me hizo sentir la persona más triste del mundo. Creo que muchas veces no hay que pensar demasiado, ni esperar nada de la vida, si hay algún destino esperándome ya vendrá, sino allá él. No hay que apurarse para llegar a ningún lado, ya nos vamos a tropezar con lo que nos tenga que tocar, es inevitable, eso ya está ahí, esperándonos.
Eso si, por las dudas hagamos las cosas bien, no vaya a ser que cada acto fallido de nuestra parte sea una piedra más que se junte en este camino tan difícil y a la vez hermoso de andar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien Rondina! Todo un filosofo! :o)